Próximas ya las fiestas de nuestro patrón San Cayetano, a
quien Gor venera con amor de predilección, me parece oportuno compartir con
vosotros una breve semblanza del santo, a fin de que un mayor conocimiento de
nuestro patrón, nos lleve a una más y mejor imitación de su vida, que es, en
definitiva, de lo que se trata.
Tuve, mi primer conocimiento de San Cayetano, a través de
Santa Teresa de Jesús, la cual en una carta dirigida al párroco de una
localidad castellana, pidiéndole monjas para sus conventos, le decía las
condiciones, o mejor, virtudes, que debían de tener las candidatas: debían de
ser mujeres muy "teatinas", es decir, muy al estilo de vida y virtudes
que tenía San Cayetano, y que la santa castellana, resumía en: dulzura y
bondad, espíritu recio, ánimo emprendedor y confianza sin límites en la
Providencia.
Viniendo estos elogios de quien venían, me interesó la
figura de San Cayetano; santa Teresa no era mujer dada al elogio fácil, ni a
adornar de falsas virtudes figura alguna; sin merecimiento propio tenía por
norma callar cuando no se puede alabar: si en este caso alababa, era sin duda
porque la figura lo merecía.
Si tenemos en cuenta que la carta de la santa está fechada
en 1565, y que san Cayetano murió en 1547, que la vida del santo transcurre en
Italia y la de santa Teresa en España, en unos tiempos en los que las
comunicaciones eran escasas y difíciles, es fácil de deducir el impacto que la
figura y la obra de san Cayetano, nuestro patrón, produjo en la iglesia entera.
Hasta los 22 años, la vida de San Cayetano transcurre dentro
de los cauces normales de un miembro de una familia noble y cristiana de la
ciudad de Vicencia, ciudad de la República de Venecia: recibe una sólida
educación cristiana de su madre, que será después el germen de su entrega a
Dios; estudia en la Universidad de Padua la carrera de derecho, donde obtiene
los doctorados en ambos derechos, civil y eclesiástico; marcha a Roma, a la
corte pontificia, donde pone a disposición del Papa su excelente formación
jurídica.
Es la Roma de Miguel Angel, Rafael de Urbino, Tiziano y
tantos otros artistas. Pero es también la Roma cortesana, frívola, donde al
lado de la riqueza florece la pobreza más absoluta.
En medio de este ambiente, donde al joven Cayetano se le
ofrece todo un mundo de promesas y vanidades. Cayetano no olvida a Dios y se
propone como meta concreta de su vida religiosa dos puntos: frecuencia de
sacramentos, en especial la confesión y la comunión, y la práctica de la
caridad cristiana, especialmente con los enfermos más pobres y abandonados.
Y el joven diplomático, que por de día recibe a embajadores
y legados de príncipes y reyes, que representa al Papa y a cardenales en
despachos y recepciones, llegada la noche corre a los barrios más pobres y
míseros de Roma para compartir todo lo que tiene con los necesitados, para
hablarles de Dios, y llevarles una palabra de consuelo que alivie sus dolores.
Un día, en el hospital de Santiago, donde dejará toda su
fortuna personal y miles de horas en el cuidado amoroso y fraterno a los
enfermos, -lo llamaban el ángel-, Cayetano está ayudando a bien morir a
una enferma, la consuela con palabras de fe y cariño, le promete que él se
ocupará de sus hijos, ayuda al capellán del hospital a administrar su unción
a esta buena mujer, que al fin muere en sus brazos; y Cayetano se da cuenta que
es mediodía, y que a esa hora le espera un embajador. En este momento, Cayetano
comprende y ve que en sus brazos está Cristo y que él no puede ni debe dejar
al Cristo que yace en sus brazos, ni por uno ni por todos los embajadores de la
tierra; y en ese momento decide consagrar todas sus energías y toda su vida al
servicio de los más pobres.
Nos encontramos aquí, en la hora decisiva del santo; tiene
33 años, decide ordenarse sacerdote, y para que la labor que realiza no muera
con él, contempla la idea de fundar una comunidad de religiosos, que sean
testigos en el tiempo de su amor a los demás. Serán los Teatinos,
continuadores aún hoy en día, a lo largo y ancho del mundo, de la obra que un
día comenzara San Cayetano.
Pero San Cayetano no es filántropo, es sobre todo un hombre
que ama a Dios, que pasa largos ratos de oración con Dios, que confía en Dios:
un día, el prior de un hospital fundado por él, le dice que no existe en la
despensa del hospital ni el más mínimo alimento, que ese día no podrán dar
de comer a los cerca de 1000 jovenzuelos que cada día acuden allí en busca de
alimento; San Cayetano marcha a la capilla, coge al niño Jesús que se venera
en la iglesia, y le ruega por sus pobres, por nuestros pobres; es entonces
cuando el niño Jesús le habla, le dice lo que aún tiene que hacer por los
demás, y le pide simplemente que su fe en Dios no desfallezca. San Cayetano
está radiante cuando sale de la iglesia, le ha emocionado la presencia del
niño Dios, y desde entonces, su fe en la Providencia de Dios se hace más
honda, más verdadera; el milagro se realiza al instante: llaman a la puerta, y
se encuentran un auténtico cargamento de los manjares más exquisitos, pero
nadie acompaña el cargamento, todos buscan al portador para darle las gracias;
Cayetano no, acaso no lo ha tenido él en sus brazos momentos antes.
Viaja por todos lados, llevando y extendiendo su orden, los
teatinos, por toda Europa. Se le venera ya en vida como a lo que es: un santo;
cuando llega a un hospital fundado por él, y fundó tantos, los enfermos en
masa salen a recibirlo; sólo quieren verlo, y él les dice siempre lo mismo:
confianza en Dios, que es nuestro padre, vida de gracia, frecuencia de
sacramentos, tratar a los demás como lo que son: Cristo mismo.San Cayetano, exprimido hasta la última gota de su vida en
el servicio a los demás, ahonda más en el trato con Dios, en especial al niño
Jesús, por eso se le suele representar con un niño Jesús en sus brazos, ha
contemplado en su vida de todo, grandezas y miserias, reyes y pobres, y en su
alma sólo perdura una verdad: al final nos quedan sólo nuestras buenas obras;
con ellas o sin ellas nos presentaremos ante Dios; será en definitiva, en el
momento último de nuestra vida, lo que verdaderamente adquiera valor, el trato
con Dios y obras de amor a nuestros hermanos los hombres.
Gor lo venera como patrón, tenemos aquí sus fiestas, días
en que la presencia de nuestro San Cayetano estará más viva en la mente de
todo goreño. Ojalá que estos días sirvan para una mayor profundización en la
vida del santo; para un mayor conocimiento que nos lleve a una mayor y mejor
imitación de su vida. La Virgen, a quien San Cayetano veneraba y amaba con amor
de hijo, nos ayude en esta hermosa tarea.
Os bendice vuestro párroco