Boletín Nº 23 (Diciembre de 1996)

Sumario.- Plaza mayor - Editorial - La directiva informa - Buenos días Gor: las imágenes devocionales del barroco - Delegaciones -Información taurina: El toro que pidió los carnés - Gor histórico: La iglesia de Gor en los siglos XIX y XX. El pontificado de Hernández Mulas 1908-1921 (X) - Gor en el recuerdo - Personajes carismáticos - Medicina y salud - Fiestas de San Cayetano '96: El pregón - Noticias locales - Oficios para el recuerdo: Las matanceras - Páginas poéticas - Pentagramas - Notas de la asociación: En memoria de D. Andres Gea - Goreños - Humor y pasatiempos. 

 

 

 

 

 

 

 

EL TORO QUE PIDIÓ LOS CARNÉS

Se respiraba aire de confianza, quizá se había aparcado la gran dosis de prudencia exigida o quizá tenía que pasar. Todo el personal echó a correr y fue entonces cuando de la manada de pacíficos bovinos se adelantó un toro negro como la noche y preguntó: - ¿Y ustedes de quién son? - A ver, los "carnés". Y allí comenzó la refriega: El toro pidiendo carnés y los mozos tomando el olivo como podían, buscando refugio donde no lo había, saltando por los aires como un pin-pan-pun de feria, tapizando la acera con sus trasnochados cuerpos. Y así quedaron todos: victorioso el toro, los mozos/as pálidos, atónitos los espectadores, sobresaltadas las madres, aceleradas las asistencias, maltrechos los cuerpos, pero al final todos satisfechos.
En palabras del maestro Luis Miguel Dominguín, "el que se pone delante de un toro y no siente miedo es que no sabe donde está". La Fiesta mostró que siempre entraña riesgo, pero que es ahí donde precisamente radica su interés.
No quedó ahí la cosa, el osado toro de los carnés se atrevió a pedirle los papeles al que, a la postre, resultaría ser su verdugo, el matador de toros gaditano José Luis Parada.
Dieron J.L. Parada y Martín Pareja Obregón una gran tarde de toros el día 8, cada uno a su manera; ortodoxo y de estilo depurado el primero y cumplidor con un toreo vibrante el segundo. Vimos además el día 9 a un novillero sevillano, Sergio Miranda, con unas maneras que si la suerte le acompaña darán mucho que hablar.
Pero, sin lugar a dudas, el protagonista de las Fiestas fue el Encierro y el toro de los carnés. Todavía se repiten los comentarios en la Plaza, la Fuente, por Puerta Real, en las Ramblas, en la calle de Alcalá...; el susto no fue para menos.

Andrés García

 

 

 

 

PREGON DE LAS FIESTAS ‘96 por D. Julio Rodríguez Moreno


Señor Alcalde, señoras y señores concejales, queridos amigos y amigas:
Me cabe hoy el honor de leer el Pregón de las Fiestas de San Cayetano. Las Fiestas de 1996 en que como todos los años veneramos al Patrón del pueblo.
Es un honor motivo de satisfacción.
Pero, dirigir la palabra a tantas personas por las que tanto aprecio siento, es para mí una especie de obligación, una forma de devolver, aunque sea exiguamente, el capital que, en forma de compañía, solidaridad y amistad, gané el día en que allá por los años 30 tuvisteis a bien aceptarme entre vosotros.
Generosidad de la gente de Gor con la que me siento confortado cuando por primera vez vengo a este pueblo que me ha de acompañar siempre -y que hoy, de nuevo, aparece cuando, a través de vuestro Alcalde, el Ayuntamiento, distinguiéndome inmerecidamente ha querido que lea el Pregón de las Fiestas.
Inmerecidamente, quizás, no sea el término adecuado.
Sin pecar de falsa modestia, muchos hubieron de ser los avatares que, a lo largo de varias décadas, exigieron tesón para ir llevando adelante la vida en tiempos que eran difíciles. Tiempos en que los anhelos, alguna alegría y también sufrimientos los compartíamos en la forma en que ello es posible, entre quienes vivíamos en el pueblo.
Y para ser justos hemos de huir de identificar en unas pocas personas los méritos, las virtudes que, si nos paramos a pensar un instante, descubrimos en todas y cada una de las personas que en el pueblo de Gor son o han sido.
Yo me podría remontar a innumerables generaciones y puedo afirmar que en todas ha sido posible reconocer la aportación específica, individual, propia de cada una de las gentes de Gor.
Si nos fijamos, podemos apreciar como muchos de los conceptos básicos con los que nos hemos ido comportando en la vida los hemos aprehendido en nuestra niñez, en nuestra juventud; -y cuando ya vamos madurando los modulamos, no en virtud de la identificación o reflejo que emane de una sola persona sino, más bien, por la forma de ser que advertimos en unos y otros, de manera que es una pluralidad de personas la que nos va transmitiendo ideas- instrumento con las que entender la vida.
De uno se capta la forma de ser cariñoso, atento, educado. De otro, la entereza, la importancia que hay que dar al amor propio, al esfuerzo, al trabajo. Sin olvidar los elementos filosóficos o religiosos. Y así es como cada una de las personas que componían el pueblo proyectaban, unos, un concepto, valor, idea; otros, otro que a todos nos ha ido moldeando.
Yo acepto que el Ayuntamiento me distinga.
Pero a renglón seguido hay que dejar sentado que mis méritos no son mayores que los de otros muchísimos goreños y goreñas que he conocido.
Con toda seguridad, y en mayor o menor medida, qué duda cabe, que tales rasgos los podemos ver en otros pueblos. Pero desde luego en el nuestro han existido.
He descrito algunas características con que definir la forma de vida en nuestro pueblo hasta que, en la mitad de los años 60, una gran parte de los goreños y goreñas -siguiendo la inevitable tendencia de la sociedad en España- emigramos a la vida en las ciudades.
Vaya en primer lugar mi reconocimiento a los que decidieron no dejar -en algún caso volver- a esta tierra manteniéndose en ella y creando aquí su manera de vivir. Hay que estarles agradecidos porque, entre otras cosas, hacen posible que nos encontremos aquí todos los años. También es loable el gusto y la labor de quienes periódicamente y siempre que pueden vienen y mantienen vivo el cariño por el pueblo. Al igual que la Asociación de Amigos de Gor se comporta.
Ahora bien, si a todo individuo el elemento histórico, que mira al pasado, le determina su personalidad, es una exigencia ineludible -además de útil y saludable- analizar el presente y proyectarse al futuro.
En Gor en los años 60 existían dificultades; que no desaparecen por el hecho de que fuéramos a vivir a otros lugares. En todo caso, cambiaron de naturaleza.
Pero en Cataluña, en Valencia, en Madrid, en Granada se ofrecían más posibilidades de trabajo. Estas posibilidades a su vez, han requerido y requieren mayor especialización profesional, más conocimientos, más estudios. En definitiva, más cultura.
Para los hijos y los nietos de los que viven en Gor como de los que viven fuera, aquellas mayores exigencias deben estar traduciéndose en mejores oportunidades con que desenvolverse en la existencia.
A ellos les animo a que, tras marcarse los objetivos que sean, pongan el interés y esfuerzo necesario para conseguirlos teniendo siempre presente -lo que no es fácil- el futuro.
A los que no son tan jóvenes, a los que tienen que sostener una familia también les deseo que vayan adelante, que encuentren los medios con que superar las dificultades ante las que se puedan encontrar.
Para todos -jóvenes, los que no lo son tanto y mayores- hemos de pedirle al Santo Patrón San Cayetano protección y ayuda.
Y ello, en estas Fiestas, hay que hacerlo con esperanza y también con alegría; mediando la moderada y bien aprovechada diversión, para la que tan propicias resultan estas fiestas.
Para terminar, tras agradeceros la atención que me habéis prestado, así como al Alcalde y a los Concejales la consideración que me han tenido, hay que dar un ¡VIVA SAN CAYETANO!

 

 

 

 

OFICIOS PARA EL RECUERDO: Las matanceras.

Mediado noviembre, cuando el frío se hacía, cada vez, más palpable en las caras soñolientas de los escolares, en los rostros madrugadores de hombres y mujeres camino del campo, de la fuente o del lavadero, ... y las heladas nocturnas hacían su aparición, los amaneceres se llenaban de olor a humo de abulagas que ponían el agua a punto de hervir. Los gritos tan lastimeros como impotentes de los protagonistas del acontecimiento, servían de despertador a los que aún quedaban al calor de la cama... Era tiempo de matanzas.
Los comercios del ramo, "Los Emilios", "Europa", "Margarita", María "la Garulla", "América",... se proveían, con tiempo suficiente, de "avíos" con que abastecer la demanda de las matanzas de todo el pueblo. El molinillo de las especias hacía su aparición en el mostrador y sabrosos e intensos olores a pimienta, orégano, matalauva, pimentón, ... impregnaban el ambiente durante un tiempo; para dejar paso, en las vísperas de Navidad, a otros no menos apetecibles: los de los mantecados, roscos y tortas recién salidos del horno.
Hablar de las matanzas sería tema de varios artículos, pero hoy quiero reflexionar sobre las que considero artista y protagonistas de las matanzas: LAS MUJERES GOREÑAS.
La participación de hombres y mujeres en las matanzas ha estado siempre bien diferenciada. Mientras ellos, "ponían agua" y ayudaban al "mataor" a matar y colgar el marrano, reconfortados con las "copichuelas" ofrecidas por la dueña de la casa, ellas eran las que asumían la tarea de hacer del cerdo el alimento familiar de todo el año.
La tarea de las mujeres empezaba, meses atrás, con el cuidado diario del cochino, al que había que alimentar y limpiar casi como a uno más de la familia. En los días que precedían a la matanza, era necesario encargarse de comprar los "avíos", preparar la casa, amasar y llenar de agua cántaros, orzas y caldera pues el grifo, en casa, aún no existía. Los días propios de la matanza amanecían antes que el alba y se prolongaban más allá de la media noche. Eran jornadas agotadoras para las mujeres que debían atender tareas muy duras: Lavar tripas en el río con temperaturas bajo cero y arrodilladas durante varias horas, picar carne sin ayuda de máquinas eléctricas, acarrear agua desde la fuente, amasar y llenar los embutidos, freír y conservar lomos y costillas y un etc. que sería largo pormenorizar.
Las mujeres asumían desde niñas todas estas tareas como "propias de su sexo". Por eso no importaba que durante los días de matanza faltaran a la escuela. Así cuando se casaban estaban capacitadas para organizar la matanza.
Existían también las "matanceras" profesionales. Eran mujeres con experiencia, que durante la temporada ejercían este oficio, yendo de matanza en matanza para ayudar a las familias con más "posibles" a realizar todo tipo de las tareas. Su jornada laboral era más que "de sol a sol". Cobraban, generalmente en especie, aportando así una valiosa ayuda a la economía familiar.
Patrocinio "la Palula", la tía Villegas, la tía Frasca "la Cuca", Aurora "la Blinca", Piedad "la Jarina", Frasquita "la del cabrero", y otras muchas, merecen nuestro reconocimiento como matanceras de renombre.
En la actualidad, por razones de todos conocidas, la matanza ha perdido parte de su protagonismo en la vida de los goreños. Si bien existe el intento de recuperarla como elemento socio-cultural y festivo propio de nuestras tradiciones más antiguas.
Este intento, loable, de recuperación, no será completo si no lleva implícito el reconocimiento a la labor de las mujeres, nuestras abuelas, nuestras madres, ... en una tarea de singular importancia pero nunca valorada suficientemente.
¡Gracias a todas!.

Mª Carmen García Jiménez

 

 

 

 

A LA MEMORIA DE D. ANDRES GEA

Con tristeza y pesar queremos dedicar, en estas páginas, un emotivo recordatorio al sacerdote D. ANDRES GEA ARIAS, cuyo fallecimiento tuvo lugar a finales del pasado Agosto. Cura párroco que fue del municipio de Gor durante siete años, desde Febrero de 1966 hasta el mismo mes de 1973. Como sacerdote, amigo, conocido y socio rememoramos su memoria y despedida, bajo el respeto profundo, agradecimiento merecido y la mayor admiración hacia su persona.
Dotado de personalidad o temperamento sobrio, austero, humilde, modesto, sencillo, abnegado, agradable, entregado a los demás, desapercibido casi.
Si echásemos mano a una clasificación de las personas según sus cualidades personales o valores, a D. Andrés fácilmente lo deberíamos incluir en la clase o categoría de lo sencillo, de lo más humanamente sencillo. Pero, no obstante, una sencillez en nada carente de una decisión firme y perseverancia inteligente en la determinación para realizar las labores que tenía encomendadas en razón a su compromiso responsable como clérigo.
Los que tuvimos la oportunidad de frecuentar de manera un poco más íntima la amistad y la relación interpersonal con él, bien conocen y pueden juzgar cuál era su verdadera concepción de la vida. Supo, sin duda, conferir a su existencia un sentido sublime bajo la apariencia de lo más cotidiano y humilde.
Dicen que, a veces, hay que esperar la llegada de la muerte para que a las personas sencillas se les reconozcan sus virtudes y dotes naturales; igual que se afirma que con la muerte se borra el recuerdo de los presuntuosos. Mucho de verdad tiene este proverbio. No siendo totalmente cierto en el caso de este sacerdote, puesto que ya en vida se le admiró y se le elogió por su talante modesto y pudoroso. De todos modos, sus numerosos amigos siempre recordaremos a D. ANDRÉS como lo que fue: una gran persona, incluso en su sencillez.

Emilio Sáez Ros