MARAVILLAS DE MI PUEBLO
De noche mi pueblo tiene
el cielo como un
cristal,
y las estrellas
pululan
como peces en el
mar.
Tiene también
una fuente
con siete caños
y un río,
con altos chopos
y mimbres
que al cielo
buscan con brío.
¿Qué decir de sus
jamones
curados con hielo
y sal,
que despiertan
los sentidos
y duermen el
paladar?
Sus gachas,
migas, talvinas,
aderezadas con
miel,
andrajos con
tortas finas
con liebre y
plomo han de ser.
Papas fritas con
gazpacho
con vino blanco
goreño,
y tocinillo a la
brasa
con pan sobado en
barreño.
Codornices al
ajillo,
conejo, pollo o
perdiz.
Y qué me dices
del choto
rehogado en perol
de barro
con laurel y
perejil,
para después
sazonarlo
en la sartén con
tomate y
pimientos sin
partir?
Quién después
de harto ahito
atiborrado y sin
gana,
no come sus
embutidos
con una gran
pipirrana?
Y
qué pasa con sus dulces
que
el mundo no los admira,
hechos
a fuerza de amor
por
la mujer que los mima?
Borrachuelos
con almendras,
los
rosquillos de sartén,
o
sus buñuelos de viento
y
torrijas con su miel.
Polvorones,
mantecados,
roscos
de aguardiente o vino
y
sus ricos almendrados,
o
los suspiros de yema
que
embellecen el mantel,
regados
con vino dulce
o
simplemente mancharlos
con
anís o moscatel.
No
tiene en cambio prodigios
ni
glorias monumentales;
sólo
le quedan vestigios
de
sus ancestros feudales.
El
invierno es blanco y frío,
el
otoño, plúmbeo y gris,
el
verano caluroso,
y
la primavera, añil.
Pero
es su primavera
la
que me hace sentir,
sensación
de lo divino
por
su belleza sin fin.
Sus
campos, de recia tierra,
son
un parque natural
de
abigarrados colores,
como
una alfombra oriental,
que
al andar por sus caminos
parece
que vas rompiendo
la
belleza del conjunto
y
sientes miedo al pisar.
Y
cuando el aire de oriente,
lamiendo
verdes pinares
llega
a Gor al despertar,
la
aurora ríe y despereza
a
las plantas olorosas,
mientras
el sol las vigila
asomado
al ventanal,
pleno
de luz y belleza.
Es
por eso que en sus calles,
como
olas en el mar,
se
perciben mil olores
del
salvaje matorral.
¿Alguien
tuvo alguna vez
sensación
de haber vivido,
adormilado
o dormido
en
un jardín del Edén?
Pues
era Gor su destino,
porque
al terminar su sueño,
vería
asombrado y risueño
sus
huellas en el camino.
Yo
diría que por tener,
tiene,
la vida y la paz.
Pero
aún está por ver,
si
es que el goreño te quiere
por
lo que vales y ofreces,
y
no por ser en tu seno
donde
vio su luz primera,
que
es lo que tú te mereces.
UN PASEO POR GOR
Cuando las sombras se alargan
y tras ellas se va el sol,
como es costumbre en el pueblo
y deja de hacer calor,
partiendo desde «La plaza»
salgo a pasear por Gor.
Tomo la «Calle del Horno»
y a «La Hoyuela» me dirijo,
mi barrio, mi relicario,
con bullicio de «amasijo»,
con olor a pan caliente
y silencio de cortijo.
Ya estoy «Debajo los Huertos»
y me desvío a «La Perilla»,
paso de vivos y muertos
que vienen de la otra orilla,
o muleros con sus yuntas
que regresan de la trilla.
Subo la «Calle del Aire»
donde el «Palacio Ducal»,
con gran porte y con donaire
no deja de preguntar,
por qué lo decapitaron
sin clemencia ni piedad.
Me encuentro en «El Cortijuelo»,
donde se dice que antaño
en busca de pan y sol,
los colonos castellanos
hicieron su campamento
y construyeron a Gor.
Salgo a la «Calle del Hierro»
y sin poderlo evitar,
del cabestro su cencerro
cerca lo siento tocar:
son los toros que ya bajan
y muchos mozos detrás.
Desviando a la derecha
«Los Molinos» dejo atrás,
al tiempo que hacia «Triana»
ya me avisa la campana
que la noche está al llegar
con su carga de jarana.
Pero... paseo por Triana,
hija pródiga de Gor,
olvidada como hermana
y criada sin amor,
aunque siempre te ganaste
el pan con honra y sudor.
Camino de «Ventarique»
y siguiendo el callejón,
voy oteando los huertos
llenos de vida y verdor,
sin saber quien son sus dueños,
como forastero en Gor.
Ya me quedan «Los Percheles»
«Calle la Parra» y «Las Eras»,
pero salgo a «Calle Iglesia»
tomando por «Calaveras»,
sin que una sola piedra
recuerdos no me trajera.
Giro a la izquierda y ya estoy
en «Calle Ancha» o «Mayor»,
la sultana de las calles,
centro y corazón de Gor,
con aires de regia dama
del brazo de su señor.
Sería incompleto el paseo
sin ver «La Puerta la Villa»,
mercado del cotilleo
de gente llana y sencilla,
que dejan pasar las horas
con placentero recreo.
Y cuando llego a «La Fuente»,
flexionando la rodilla,
rodeado de mi gente,
al beber, exclamo y digo:
¿Cómo se puede vivir
lejos de esta maravilla?
TE RECUERDO, TRIANA
Sobre la falda tendida
del cerro verde de Gor,
vegetando en su regazo,
yo te recuerdo, Triana,
clamando abrigo y amor.
Y mientras que te contemplo,
blanca, limpia y luminosa,
como balcón de sultana,
como cenefa de encaje
cuajada de verdes rizos
en vestido de gitana,
por siempre recordaré
que la fea fuiste del baile
con quien nadie osó bailar.
Pero Gor ya se recrea
en tu belleza sin par,
y al contemplar tu hermosura
contigo quiere bailar,
porque pasados los años,
Gor te respeta y distingue
como hija y como hermana,
y ha sabido valorar
lo bella que eres, Triana.
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